Los investigadores han confirmado que el desastre nuclear de Fukushima está pasando factura a la población de EE.UU., señalando el alto número de anormalidades tiroideas entre los niños recién nacidos en la costa oeste del país.
Los autores del estudio, publicado en la revista ‘Open Journal of Pediatrics’, nos recuerdan que la costa oeste obtuvo el máximo de precipitaciones radiactivas en comparación con otros estados de EE.UU. Apenas unos días después de la catástrofe, las concentraciones del yodo radiactivo I-131 en las lluvias estadounidenses eran hasta 211 veces superiores a lo normal. Los niveles más altos de I-131 se documentaron en cinco estados: California, Hawái, Alaska, Oregón y Washington.
Del 17 de marzo al 31 de diciembre de 2011 el número de casos de hipotiroidismo congénito en estos cinco estados fue un 16% mayor que en el mismo periodo del 2010. La mayor divergencia (+28%) se registró en el período del 17 de marzo al 30 de junio.
El yodo radioactivo que entra al cuerpo humano se acumula en la glándula tiroides, que produce hormonas de crecimiento. La exposición a la radiación puede atrofiar el crecimiento del cuerpo y el cerebro de un niño, incluso provocar cretinismo y cáncer de tiroides. Tales enfermedades y síntomas están muy bien documentados después de Chernóbyl.
Los fetos en el claustro materno son más vulnerables a la contaminación radiactiva, ya que sus sistemas de resistencia no están desarrollados. Los niños y adultos pueden proteger su glándula tiroides del I-131 si consumen yodo estable. Al saturarse con ese yodo, la glándula rechaza radioisótopos.
En febrero de este año se informó que el 44,2% de los niños examinados en la prefectura de Fukushima también tienen anormalidades tiroideas.
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