Francia acogerá a la cristiana condenada a muerte

Francia acogerá a la cristiana condenada a muerte

Francia acogerá a la cristiana condenada a muerte en Pakistán, Asia Bibi, en caso de que salga de la cárcel de Sheikhupura donde lleva dos años esperando la ejecución de su condena por blasfemia de la que ella misma se declara inocente, según explicó la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, coautora junto a Bibi del libro ‘Sacadme de Aquí’ (Libros Libres), traducción del original ‘Blasphème!’, que se acaba de publicar en España.
Tollet aseguró que, más allá del libro, con el que busca que el caso de Asia Bibi tenga resonancia internacional y que se acabe con esta Ley de Blasfemia “absurda”, está trabajando también en el ámbito político y, en este sentido, negocia con la Embajada de Francia, que, si sale de la prisión pakistaní, se encargará inmediatamente de ella y la trasladará hasta París donde se la acogerá como refugiada política junto a su familia.

No obstante, para ello primero tendría que salir de la cárcel y lo único que puede lograrlo, a su juicio, es la “presión internacional” pero admite que, aunque cada Estado interpele al gobierno pakistaní, es una situación “delicada” en la medida que el gobierno podría acusar a estos Estados de injerencia internacional.

Sin embargo, esto es lo que hará Tollet la próxima semana en una tribuna dentro del Consejo de Derechos Humanos que se celebrará en Ginebra, donde interpelará al gobierno pakistaní al que le recordará, sin decir exactamente que la Ley de Blasfemia es mala, que en 2010 firmó un pacto civil que debe cumplir en el que se comprometió a respetar los derechos humanos y, concretamente el de la libertad religiosa.

En esta línea, alertó a los políticos y a las asociaciones españolas para que apelen a la Embajada Pakistaní en España, para que después le sigan el resto de países y así, formar “una cadena” que pueda ejercer presión internacional.

El 14 de julio de 2009, tras varias horas de cosecha en el campo, Asia Bibi tuvo sed, se acercó a un pozo y bebió. En ese momento, una vecina gritó que el agua era de las mujeres musulmanas y la estaba contaminando. El tono de la disputa fue subiendo hasta que surgió una acusación: “¡Blasfemia!”. En Pakistán, esa palabra significa muerte. La suerte de Asia estaba echada.

Tras propinarle una brutal paliza, la encarcelaron. Un año después fue condenada a la horca. Hoy, a la espera de una apelación, se pudre en una celda sin ventana. Su familia ha tenido que huir del pueblo, amenazada por los extremistas. Los dos hombres que quisieron ayudarla, el gobernador del Pendjab, musulmán, y el ministro de las Minorías, cristiano, han sido asesinados.

Y se ha puesto precio a su cabeza si finalmente es liberada: hay cientos de fanáticos dispuestos a hacerse ricos asesinándola.