La alianza de Damasco y Teherán a la sombra de la guerra

La alianza de Damasco y Teherán a la sombra de la guerra

Más allá del veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU que frena la aplicación de soluciones en el conflicto sirio, Teherán sigue siendo el aliado regional de Damasco. Es más, la crisis iraní y el debate internacional en torno a un posible ataque contra el régimen de Mahmud Ahmadineyad sirve en cierta medida de tapadera para que el presidente Bashar Al Assad siga aplastando sin miramientos el levantamiento de su pueblo. Una ofensiva contra Damasco podría acelerar la guerra en Irán.
Se ha cumplido ya un año desde que estallaron las revueltas en Siria y cada vez parece menos probable que el interés de la comunidad internacional vaya encaminado a aplicar soluciones como las que se pusieron en práctica contra la dictadura de Muamar Gadafi menos de un mes después de que los libios se unieran a la Primavera Árabe. Ni siquiera la escalofriante cifra de muertos -al menos 7.500, según la ONU- ha servido para alterar la tranquilidad de conciencia de los que suelen erigirse en directores de la escena mundial.

División entre los opositores
El corredor humanitario -aprovechado también por periodistas y espías- que se abrió de inmediato en Libia por la frontera con Egipto, que en pocas horas cayó en manos de los sublevados, no ha logrado abrirse en Siria, cuyo Ejército ha llegado incluso a bombardear en las últimas horas el puente por el que huían los refugiados desde la castigada provincia de Homs a Líbano. Los civiles también huyen hacia suelo turco. Ankara es otro de los amigos que el presidente sirio ha dejado en el camino.

También a diferencia de Libia, las deserciones de altos cargos del Ejército y la renuncia de cargos oficiales del Gobierno tampoco son las suficientes para minar el poder de Assad y la tupida red tejida en torno a la secta alauí en el poder.

Mientras, la oposición siria no gana en unidad, lo que en la práctica juega también a favor de Assad. Tampoco las soluciones que se plantean entre los actores extranjeros están consensuadas. Al mismo tiempo países como Arabia Saudí y Qatar abogan por armar a los rebeldes, pero la Unión Europea y Estados Unidos se oponen y siguen defendiendo la presión diplomática en forma de sanciones.

Pesimismo
El polvorín de Oriente Medio no parece ser el escenario adecuado para que aviones de la OTAN descarguen sus bombas como hicieron sobre las tropas de Gadafi. Israel enseña las uñas en dirección a Teherán y sus planes nucleares. Líbano recibe cada vez más refugiados de la guerra en Siria al tiempo que sirve de base a los chíies de Hizbolá, otro aliado de Assad y de Ahmadineyad. Este es el panorama que se va a encontrar en damasco el enviado especial para Siria de la ONU y de la Liga Árabe, Kofi Annan.

A Estados Unidos parece preocuparle más lo que se cuece en la capital iraní y sus relaciones con Tel Aviv que la sangre que se derrama en las ciudades sirias. Y más en plena carrera electoral. El intento a principios de semana de Washington de romper el veto ruso y chino con una nueva iniciativa de resolución en el Consejo de Seguridad se ha diluído en medio del pesimismo. Tampoco ha despertado gran entusiasmo el plan presentado en Damasco por el enviado chino, que pide a Occidente que rebaje su presión sobre Assad para facilitar las labores humanitarias.

El goteo de muertos ha abierto sin embargo el debate en Estados Unidos en torno a cómo frenar las sangría. "¿Cuántas vidas civiles más se pueden perder para convenceros de que las medidas militares que proponemos son necesarias para acabar con la matanza?», preguntó el miércoles en el senador republicano John McCain, a favor de los bombardeos desde el aire. El jefe del Estado Mayor, Martin Dempsey, le recordó que las defensas antiaéreas sirias son mucho más potentes que las que tenía Gadafi.