Durante las dos últimas visitas de los inspectores a Irán, en enero y febrero pasados, las autoridades iraníes rechazaron su solicitud para visitar Parchin. En el informe subsiguiente, atribuyeron a esa negativa el fracaso de su misión. Los expertos del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) pretendían comprobar si en una gran cámara de contención construida dentro de ese recinto militar se han probado explosivos de alta potencia para detonar cargas nucleares, algo que echaría abajo la insistencia iraní en que su programa no tiene objetivos militares.
“Hay que recordar que Parchin ya fue visitado en dos ocasiones por los inspectores en 2005 (…) Y se volverá a permitir el acceso (…) como gesto de buena voluntad”, señala el comunicado de la representación iraní ante el OIEA, difundido por la agencia Isna.
Es cierto que los expertos visitaron Parchin hace siete años, pero también que no pudieron acceder a la zona del complejo donde unas imágenes por satélite hacían sospechar que se llevaban a cabo experimentos relacionados con armas nucleares. Y eso que entonces el Gobierno iraní respetaba de forma voluntaria el Protocolo Adicional al Tratado de No Proliferación, que autoriza las inspecciones por sorpresa. Sin embargo, el Parlamento nunca llegó a ratificarlo y pocos meses después, tras la elección de Mahmud Ahmadineyad como presidente, su Ejecutivo denunció el Protocolo y dejó de aplicarlo.
El aparente cambio de actitud de Teherán respecto a Parchin se produce justo al día siguiente de que el presidente norteamericano, Barak Obama, se reuniera con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. A pesar de las discrepancias de ambos sobre la urgencia de la amenaza que representa el programa nuclear de Irán, Obama dejó claro que respaldará una eventual decisión israelí de bombardear sus instalaciones sospechosas. Esto refuerza la idea de que el régimen islámico reacciona ante la presión externa. Aún así, el comunicado condiciona el permiso “a un acuerdo sobre las modalidades de acceso”, lo que alienta el argumento de que sólo trata de ganar tiempo una vez más.
Similar recelo expresaron fuentes diplomáticas cercanas a las conversaciones nucleares respecto a la disposición a volver a reunirse que Irán comunicó el mes pasado a las seis grandes potencias, o G-6 (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania). A pesar de ello, nadie quiere cerrar la puerta a un arreglo negociado porque la posibilidad de un ataque israelí produce tanta o más preocupación que las ambigüedades iraníes.
“Hoy he respondido a la carta del 14 de febrero del doctor Yalilí. Le he ofrecido reanudar las conversaciones sobre la cuestión nuclear”, informó Ashton en un comunicado. En su mensaje, la alta representante europea, que actúa en nombre del G-6, propone que la primera cita se centre en establecer medidas de confianza y sugiere una reunión inmediata de los respectivos números dos para preparar la agenda.
“Nuestro objetivo general sigue siendo alcanzar una solución a largo plazo, negociada y global que restablezca la confianza internacional en la naturaleza exclusivamente pacífica del programa nuclear de Irán, respetando el derecho de Irán al uso pacífico de la energía nuclear”, asegura Ashton en el texto.
Queda por determinar el lugar y el día de la cita, pero sobre todo el mandato con el que Yalilí llegará a ésta. En la última reunión, en enero de 2011 en Estambul, fue imposible acordar siquiera la agenda. Ahora Rusia ha urgido al resto de los miembros del G-6 a reanudar el diálogo porque interpreta que la disposición de Irán es una prueba de su seriedad, pero esa percepción no es compartida. Diplomáticos occidentales recuerdan que la posibilidad de alcanzar un acuerdo ha quedado comprometida por el rechazo iraní a que los inspectores de la ONU puedan acceder a lugares, documentos y científicos mencionados en informes secretos que sus agencias de espionaje han facilitado al OIEA.