En sus ocho años de historia, Facebook ha convertido la
renuncia a la propia privacidad en la clave de su éxito y la base de su
negocio. En todo este tiempo ha tenido varios encontronazos con las autoridades
de protección de datos. Casi cada una de sus nuevas funcionalidades bordeaba
alguno de los artículos de nuestra Ley de Protección de Datos. Paradójicamente,
ha tenido que ser un falso fallo el que muestre los riesgos de una creación en
la que han participado casi mil millones de personas.
El lunes por la tarde un periódico francés lanzaba la
noticia de que los viejos mensajes privados aparecían ahora a la vista de todos
en Facebook. Inmediatamente, otros diarios tan respetables como Le Monde
repetían la misma historia. A media tarde, blogs estadounidenses como
TechCrunch replicaban el asunto. Desde Estados Unidos, regresaba a Europa, con
varios periódicos españoles dando como cierta la información. La histeria se
extendió entre buena parte de los más de 950 millones de usuarios de la red
social.
Todo ha sido una falsa alarma, al menos si se hace caso a lo
que explicó ya en la noche del lunes un responsable de Facebook. En un
comunicado, aseguraron que todo se debía a un error de interpretación de los
propios usuarios. “Nuestros ingenieros han investigado los avisos y han
comprobado que los mensajes eran viejos post en el muro que siempre habían
estado a la vista en la página de perfil del usuario”, explican.
Hasta 2009, año de la gran explosión de Facebook, no existía
la posibilidad de enviar mensajes privados a otro usuario. Lo que se hacía era
escribir comentarios de muro a muro. Son esos textos los que ahora aparecen en
el nuevo perfil de Facebook, lo que en Estados Unidos llaman timeline. Desde
finales del año pasado, la red social ha estado desplegando su nueva página,
despliegue que precisamente han generalizado estos días en Francia, origen del
rumor. En el nuevo perfil, basta con navegar por la línea temporal para ver
todo el contenido publicado años atrás, incluídos aquellos mensajes.
Para el profesor del IE Business School y bloguero Enrique
Dans, el tema cumple todos los requisitos para dotarse de una elevada
viralidad: “Tiene lugar en un entorno comunicativamente hiperactivo, es
empático (lees que le ha pasado a otros y automáticamente te preocupas por si
te ha pasado a ti), y está formulado de una manera neutral y objetiva. Es
lógico que estalle, aunque sea falso”. A Facebook, que apenas tiene
representación en Europa le está costando explicar que ha pasado. La agencia de
protección de datos francesa, la
CNIL , ha citado a sus directivos para aclarar el asunto y,
hasta la propia ministra gala de Economía Digital, Fleur Pellerin, ha dicho que
sus explicaciones “no son muy convincentes”.
Partiendo de que todo sea un error de los propios usuarios,
incapaces de recordar en que contexto escribieron un comentario hace cuatro
años, “es indudable que los sucesivos cambios de interfaz y políticas de la
compañía han contribuido a un cambio en nuestra concepción de la privacidad que
nos lleva a que cosas que antes publicábamos con toda naturalidad en el muro de
Facebook de un amigo (porque en Facebook había menos usuarios, porque el muro
de Facebook de una persona solo lo leían sus amigos reales, y porque
sencillamente mucha gente no lo sabía usar bien) ahora nos parezcan mensajes
personales que se han escapado de su entorno privado, cuando en realidad nunca
fueron privados como tales”, sostiene Dans. Y en esa transición, añade, “hay
algunas cosas que no ha sabido explicar de la manera adecuada y para todos los
públicos”.
Un largo historial de
problemas de privacidad
Facebook lleva en su ADN el fin de la privacidad tal como se
entendía en el mundo físico. Desde el mismo momento en que exige que los
usuarios den sus datos reales, empieza la renuncia. Con el tiempo tuvo que
habilitar un mecanismo de círculos concéntricos para que los usuarios pudieran
decidir que personas podían leer sus actualizaciones. También tuvo que recular
con la función de etiquetar a los amigos en una imagen, avisando a los que
aparecían en ella por si querían bloquear su publicación. Una de sus últimas
ideas fue la del reconocimiento facial, herramienta que la semana pasada
decidió desactivar en Europa tras un acuerdo con las autoridades de protección
de datos europeas. Lo último, que acaban de lanzar en Estados Unidos, es la
invitación a los usuarios a denunciar a los amigos que usen pseudónimos.
Con todo ese historial, ¿no es paradójico que, habiendo
renunciado a buena parte de la propia privacidad participando en redes como
Facebook, ahora nos rasguemos las vestiduras? El sociólogo y director de
Marketing de Nethodolo.gy, Víctor Gil, no lo ve así. “Una cosa es la sobreexposición
controlada de nuestra privacidad y otra la privacidad en sí misma. En Facebook
se utiliza el sistema de mensajería directa partiendo de la confianza de que el
contenido de los mensajes es solo recibido por los destinatarios directos. Una
difusión de los mismos podría tener consecuencias enormes, pues se revelaría
información privada que el usuario ha decidido cautamente mantener en privado”.
“De producirse”, asegura Gil,”Wikileaks sería recordado como una anécdota sin
demasiada trascendencia. Si tenemos en cuenta que los escarceos amorosos con
origen en Facebook son ya la principal alegación de divorcio en países como
Reino Unido, nos podemos hacer una idea de lo que podría llegar a suceder si de
pronto se revelaran los secretos y confesiones de casi mil millones de
personas”.
Para Dans, el problema es que aún no se sabe muy bien cómo y
para qué usar Facebook. “Es un fenómeno de difusión y adopción poco meditado, y
con esto no quiero decir que sea malo, sino que tiene unas barreras de entrada
tan bajas, que muchos de los que lo empiezan a usar no son conscientes de lo
que hacen realmente. El desarrollo de Facebook se encuadra en un cambio de
concepto fortísimo sobre la evolución de la noción de privacidad, cambio que si
bien las generaciones más jóvenes han abrazado de manera entusiasta, las
personas de más edad no han acabado de entender. Entenderlo no les haría,
seguramente, dejar de usar Facebook, pero posiblemente sí utilizarlo de otra
manera”.
Materia |