Unos 1,000 militantes del grupo Taliban de Paquistán han perdido la vida durante los enfrentamientos con las fuerzas del Ejército sirio cerca de la ciudad de Damasco, la capital de Siria.
Según los últimos informes, los cuerpos de los talibanes paquistaníes, que murieron durante las batallas alrededor del aeropuerto internacional de Siria, cerca de Damasco, han sido enterrados en fosas comunes.
Mientras tanto, los informes también afirman que las familias de los salafistas paquistaníes, que fueron enviados al país árabe para unirse a la oposición armada siria en su lucha contra el Gobierno, se han manifestado para pedir al gobierno paquistaní que proporcione informaciones sobre su paradero.
Muchos salafistas de Paquistán han sido enviados ilegalmente a Siria, la mayoría a través de los servicios de inteligencia de Arabia Saudí y Catar.
Asimismo, el líder del Partido Democrático de Turquía, Namik Kemal Zeybek, declaró recientemente que 10 mil militantes del grupo Taliban han estado usando un campo en Turquía para infiltrarse en Siria a través de las fronteras turco-sirias.
Dicho campo se encuentra en la provincia de Hatay, sita en el sur de Turquía, lugar al que regresan los integrantes taliban, tras infiltrarse en Siria y lanzar ataques contra objetivos en el país árabe, agregó.
Un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha revelado que los hombres armados de 29 países han penetrado en Siria para luchar contra el gobierno del presidente Bashar al-Asad, la mayoría de los cuales son salafistas extremistas.
Este flujo de hombres armados extranjeros a Siria se produce en momentos que miles de sirios han llevado a cabo diariamente numerosas manifestaciones para expresar su total apoyo al Gobierno de Damasco y exigir la retirada inmediata de los grupos terroristas de su país.
Desde mediados de marzo de 2011, Siria es escenario de una ola de violencia, organizada y financiada por países occidentales, los cuales tratan de presentar al Gobierno de Damasco como el causante de la crisis a fin de propiciar el terreno para una intervención militar foránea.
