La rutina

Estoy cansada de trabajar y ver todos los días las mismas personas en mi camino; pasar horas trabajando.
Llego a casa y mi marido siempre del mismo modo, con la misma actitud, la misma comida para la cena. Entro al baño y en seguida el comienza a reclamar.
Quiero descansar y ver mi novela, pero mis hijos no me dejan, porque quieren jugar conmigo y conversar. No entienden que estoy cansada.
Mis padres también me irritan algunas veces. Y entre el trabajo, marido, hijos, padres y el cuidado de la casa, ellos me vuelven loca. “Quiero Paz”.
La única cosa buena es dormir. Al cerrar mis ojos siento un gran alivio, me olvido de todo y de todos.
Al dormir…
-Hola, te vine a ayudar.
“¿Quién eres? ¿Cómo entraste?”
-Soy un Siervo de Dios. Él dice que escuchó tus quejas y que tienes la razón, que ya es tiempo de que descanses.
“Eso no es posible, para eso yo debo estar…”
-Correcto, lo estás. Ya no te preocuparás más por ver siempre la misma gente, ni aguantar a tu marido con sus reclamos y su actitud, ni tus hijos que te irritan, ni tendrás que escuchar los consejos de tus padres y ya no tendrás una casa que cuidar.
“Pero… y entonces… ¿Qué pasará con todos? ¿Con mi trabajo? ¿Mi casa?”
-No te preocupes. En tu trabajo ya cuentan con otra persona y está muy feliz pues pasó meses sin empleo.
“¿Y mi marido, mis hijos?
-A tu marido se le dio una buena mujer que lo quiere bien. Lo respeta y lo admira por sus cualidades. Acepta sus virtudes y sus defectos y todos sus reclamos. Además, ella se preocupa por tus hijos como si fuesen de ella. De verdad, tiene una devoción muy grande ya que es estéril. Por más cansada que llega del trabajo, dedica tiempo para jugar con ellos y para hacer feliz a su marido. Todos están muy felices.
“Pero ¡yo no quiero eso!”
-Lo siento mucho… la decisión ya fue tomada.
“Entonces… Eso significa que… ¿jamás volveré a besar el rostro de mis hijos, ni decirles ¡cuánto los amo! Y a mi marido, mostrarle cuan importante es en mi vida… Ni darle un abrazo a mis padres? No, no quiero morir… ¡¡quiero vivir!! Envejecer junto a mi marido, hacer ese viaje que hace mucho tiempo planeamos, vestirme con aquella ropa que compré hace más de 1 año, llevar a mis hijos al paseo que siempre prometí. ¡Nooh! Por favor… No quiero morir todavía…”
-Pero, era lo que tú querías… Descansar, ¿qué no? Ahora ya tienes tu descanso eterno, duerme para siempre.
“No, no quiero, por favor, Dios mío”
– ¿Qué pasa amor? ¡Despierta! Estas teniendo una pesadilla.Le dice el marido a la mujer, quien contesta:
“Si, eso es. ¡Gracias a Dios que es una pesadilla!”
La mujer mira fijamente el rostro preocupado de su marido y agrega:
“No mi amor…. no tuve una pesadilla, tuve un encuentro con Dios, que nos adora, y que acaba de darme una nueva oportunidad.”