Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo

Vivir como discípulos de Jesús es exigente; y requiere de grandeza de corazón. Hay demasiada gente viviendo por y para ganar dinero o preocupados en procurar todo el éxito posible, o se rodean de un sinfín de comodidades, que no dan la felicidad. Otros en cambio no tienen ni lo necesario para vivir.
Sólo poniendo la mirada en Jesús, libre y desprendido, aprenderemos esa sabiduría divina que nos puede llevar a vivir más humanamente.
Poco a poco y con los años, vamos aprendiendo que la fe es más que unos datos que aprendimos desde niños. La fe tiene que ver con Jesús y el poder de fascinación que ejerce sobre nosotros. Con el tiempo, igual sentimos que le necesitamos cada vez más: notamos que su compañía es gozosa; que en los momentos de sufrimiento Dios aparece como bálsamo. Ese es un buen síntoma de que vamos descubriendo la perla preciosa y que vamos vendiendo cosas superficiales y menos importantes por tenerla. Quizá llegue un día en que no deseemos nada, salvo sentirnos cercanos a Dios y bendecidos por Él. De mientras, no desesperemos. Convertirnos en discípulos conlleva tiempo. La suerte es que El nos va guiando hacia la verdad plena. Con paciencia, con mucho tacto y ternura.
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