¿Por qué las mujeres son menos competitivas?


La psicóloga Matina Horner, de la Universidad de Michigan, vio que, respecto a los logros personales, los sentimientos femeninos son más ambivalentes que los masculinos. La doctora Horner pidió a un grupo de estudiantes que escribiese historias sobre el éxito y encontró que las que hablaban de triunfos femeninos ponían más el acento en las consecuencias negativas –impopularidad, soledad, culpabilidad–. En los relatos sobre el éxito masculino, los dos sexos sólo enfatizaban sus ventajas.
A principios de los ochenta, la psicóloga Carol Gilligan, la primera profesora de estudios de género de la Universidad de Harvard, publicó In a Different Voice: Psychological Theory and Women’s Development (1982). En este libro, Gilligan explora hasta qué punto la investigación del desarrollo moral del ser humano había sufrido un sesgo sexista. Maduramos hacia una ética basada en la justicia y en la independencia. Pero ¿qué ocurre con la compasión? Gilligan planteó que nuestra especie se puede dirigir hacia una ética del cuidado –ethics of care–, una moral que no se basaría en términos abstractos como justicia y honradez, sino en la responsabilidad de cuidar a otras personas. La “excesiva empatía” que encontraba la doctora Horner en muchas mujeres podría no ser un inconveniente competitivo, sino una ventaja adaptativa.