En una campaña electoral marcada por el histórico resultado de la extrema derecha en la primera vuelta, la comunidad musulmana francesa, que suma entre cinco y seis millones de personas, tiene la sensación de haberse convertido en la cabeza de turco de los males de la crisis. Asimilada a los problemas de inmigración y agitada como una amenaza al pacto republicano de unidad, se ha convertido a su pesar en una de las protagonistas de los comicios, en los que el presidente candidato Nicolas Sarkozy cuenta con recuperar el voto extremista para lograr la reelección el domingo. “El sistema de integración no funciona porque hemos acogido a demasiada gente”, concluye su vídeo electoral.
“Nos negamos a esta instrumentalización de nuestras identidades para halagar los instintos más bajos de un electorado racista”, reacciona en una tribuna que publica hoy el diario Le Monde un grupo de artistas e intelectuales que se autodenominan como “franceses de origen extranjero”. “Somos franceses, somos ciudadanos y nos negamos en convertirnos en la variable de ajuste de la elección presidencial, no seremos los cabeza de turco contra los que se desahogarán políticos incapaces de responder a las esperanzas del pueblo”, concluye el texto.
“Esta campaña ha superado todos los límites en materia de provocación, jamás en la historia los musulmanes en Francia se han sentido tan inquietos como ahora”, asegura Mohammed Henniche, presidente de la asociación de musulmanes de Seine-Saint-Denis, en la periferia norte de París. “El último ejemplo ha sido durante el debate del miércoles, los fieles que vienen a vernos nos dicen que ha sido tremendo oír al presidente decir que el problema no es tanto la inmigración en sí como la inmigración musulmana. Se preguntan: ‘¿Nos odian hasta ese punto? ¿Por qué somos peligrosos?”, agrega.
En su caza del electorado del Frente Nacional, Sarkozy agita la amenaza de que la propuesta de su rival, el socialista François Hollande, de autorizar a los no comunitarios a poder votar en las elecciones municipales es la puerta abierta al repliegue comunitario. “¿Hace falta tener carne halal [sacrificada según el rito musulmán] en los comedores escolares? ¿Piscinas reservadas para las mujeres? ¿Es lo que queremos? Mi respuesta es no”, explicaba ya a principios de febrero el entonces futuro candidato Sarkozy al Figaro Magazine para justificar su oposición a esa medida, que defendió hasta 2008.
Henniche advierte que es el malestar creado por el ambiente de estigmatización aireado con la campaña lo que acabará acelerando un repliegue identitario. “Las mezquitas son cada vez más frecuentadas, hace dos semanas sin ir más lejos, vino una mujer musulmana no practicante a hacer donación a una mezquita porque se sentía amenazada”, relata. Añade que la violencia de los ataques contra la población musulmana está creando un “voto musulmán” que el domingo se desplazará en masa para censurar los excesos verbales de Sarkozy. “No tenemos opción de ser de izquierda o de derecha, y eso no es normal, no es bueno para la integración”.
En un reciente y extenso estudio realizado en la periferia de París en las ciudades de Clichy-Sous-Bois y la vecina Montfermeil, prototipo de la banlieue parisiense desde que allí se originaron los famosos disturbios de 2005, un equipo de cinco investigadores, liderados por el politólogo Gilles Kepel, advertía ya de una “intensificación de la identidad musulmana” como “compensación” por un sentimiento de rechazo social, político y económico. El resultado es el aumento de la asistencia a las mezquitas (las dos ciudades suman una decena de mezquitas para 60.000 habitantes), la práctica casi sistemática del ramadán entre los hombres y una demanda cada vez más estricta por tener acceso a la carne halal.
Al igual que el grupo de “franceses de origen extranjero”, Hanniche considera que la estigmatización que sufre su colectivo en periodo de crisis es la forma que tienen los políticos de responder a la crisis. “Los franceses se preguntan por qué disminuye el poder adquisitivo, por qué los ricos pagan menos impuestos —y tienen razón— y se les responde desviando la mirada hacia el peligro del islamismo radical”, dice.
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