EL CÁNCER TIENE APLICACIONES INDUSTRIALES

Una explicación apócrifa asegura que el nombre del nylon es un acrónimo compuesto por Nueva York (NY) y Londres (LON), las dos ciudades de las que procedían sus inventores. Y, por esa regla de tres, bien podría pasar a llamarse nylondur, por Durham, la ciudad de EEUU donde unos investigadores se han topado con una posible vía para fabricar nailon cuando estudiaban los mecanismos del cáncer. 
 Es la primera vez que se detecta de manera tan clara una aplicación industrial para un cambio molecular asociado a un tumor, según Zachary Reitman, investigador del Instituto Oncológico de la Universidad Duke y principal responsable del hallazgo. El nailon es una fibra artificial omnipresente en la confección de medias y otras prendas de vestir, además de en alfombras, tapizados, piezas de automóviles y otros productos. Pero, pese a estar por todas partes, poca gente conoce que el nailon se fabrica a partir del ácido adípico, un derivado del petróleo cuya producción supera los 2.500 millones de kilogramos cada año. La fibra textil es uno de los culpables del aumento de las emisiones de CO2 responsables del calentamiento global. Ahora, Reitman y sus colegas creen haber encontrado en el cáncer un método “más barato y más verde” para producir nailon. Un descubrimiento fortuito En 2008 y 2009, estos científicos identificaron una mutación genética en tumores cerebrales que alteraba la función de una enzima, la isocitrato deshidrogenasa. Las enzimas son moléculas protagonistas de las reacciones químicas del cuerpo humano, pero también se pueden utilizar en la industria para crear materiales sintéticos. El equipo de Reitman sabía que otros científicos estaban intentando producir ácido adípico a partir de azúcares baratos, mediante una especie de cadena de montaje de enzimas. El método sería infinitamente más sostenible y hasta tres veces más barato que la fabricación a partir de petróleo, pero para conseguirlo faltaba una enzima clave. Reitman y sus colegas tuvieron el “presentimiento” de que la mutación genética observada en los tumores cerebrales podría provocar un cambio similar en una enzima de levaduras y bacterias casi idéntica a la isocitrato deshidrogenasa. Y sospecharon que el resultado sería el eslabón perdido de la cadena de montaje para producir ácido adípico a partir de azúcares. Acertaron. Su intuición puede convertirse en millones de euros. “Todavía tenemos que recorrer un largo camino para llevar esta tecnología a la industria. Uno de los obstáculos que nos quedan es poner todas las enzimas necesarias para este proceso dentro de un microbio y ver si esta ruta del ácido adípico es posible”, admite Reitman, que publica hoy su trabajo en la revista Nature Chemical Biology. “Lo que es fascinante es que hay otras pocas mutaciones similares que ya han sido descubiertas en el cáncer”, señala el investigador. Una de ellas aparece en las enzimas EZH2, que funcionan en los compuestos químicos conocidos como aminas, con aplicaciones como desinfectantes, medicamentos, suavizantes y purificadores de gases industriales (eliminando CO2, por ejemplo). Reitman cree que estas mutaciones cancerígenas podrían servir en el futuro para producir diferentes tipos de aminas. De repente, y gracias a la investigación básica de los mecanismos tumorales, el cáncer se puede convertir en un aliado para mejorar la vida de los seres humanos.
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