La decisión de Rusia de otorgar asilo temporal al perseguido Edward Snowden representa un golpe más en el frágil prestigio, por no decir otra cosa, del presidente Obama, que a lo largo de su mandato ha mostrado una gran incapacidad para atender con eficacia la política internacional y la ha confundido con una campaña electoral interior, es decir con un asunto de imagen.
En este segundo mandato, ya podemos hacernos la pregunta-balance: ¿es hoy el mundo más seguro que antes de que el actual presidente ocupara esta responsabilidad? Ninguno de los grandes contenciosos se ha resuelto ni se puede decir que tenían un enfoque razonable, excepto el conflicto israelí-palestino. En este caso, la vía de presunta solución ha empezado ahora mismo y constituye un camino muy trillado en el que prácticamente nadie apuesta por un buen resultado, pero al menos se puede decir que se ha intentado y se ha logrado sentar en una misma mesa a ambos gobiernos. El resto es un desastre. En Afganistán parece que no hay otra salida que el pacto con los talibanes. Irak se abandona en manos de unos duros enfrentamientos tribales que difícilmente van a tener solución si no es con una participación fáctica en tres territorios: el kurdo, el chiíta y el suní. Todos los países de la frontera sur del Mediterráneo, que dieron lugar a la llamada 'primavera árabe', están en una situación de abierto conflicto, como en Egipto; inestables, como Túnez; o sencillamente no existen ya como Estado, como en el caso de Libia.
Estados Unidos ha perdido capacidad de ejercer su autoridad a manos llenas. Es incapaz de convencer a China de que controle mejor a Corea del Norte. Ha perdido gran parte del ascendiente sobre Turquía, una pieza fundamental en su estrategia, y ahora se encuentra sometido a una dura prueba por parte de Rusia. Si toma represalias va a romper un aliado necesario y estratégico y, si no las toma, Putin le habrá torcido la mano y habrá demostrado que, a pesar de los pesares, sigue hablándole de tú a Estados Unidos, cosa que evidentemente favorecerá su apoyo al régimen de Al Assad en Siria. Y en América Latina Estados Unidos ha perdido todo protagonismo y de esto hace ya algunos años.
El balance para la primera potencia económica, militar y científica del mundo no puede ser peor. Pero, por otro lado, los mecanismos de represión informativa han alcanzado un nivel nunca visto. Los escándalos a que ha dado lugar el conocimiento de que el Gobierno espía sistemáticamente a sus propios ciudadanos, una característica impropia de la democracia, es algo que hace historia. Pero, no se trata solo de esto, sino de la impunidad con que actúan las agencias federales. Ahora mismo ha saltado a la opinión pública el increíble suceso de un joven detenido por la DEA y abandonado sin comida ni bebida cinco días en una celda de un centro oficial. Mayor impunidad, imposible. Y todo esto casa mal con querer dar lecciones de democracia.
Estados Unidos también es confeso, público y notorio de espiar a sus aliados. Europa, en este sentido, debería sentirse y manifestarse mucho más disgustada si su propia debilidad no se lo impidiera. No es que no se produzcan espionajes entre aliados, es que en los Estados Unidos alcanza una dimensión y una sistematización que más que intentar saber lo que pasa en el patio de tu vecino consiste en aplicar un método que es propio de la dialéctica amigo y enemigo. Obama ni tan solo ha sabido cerrar los escándalos de Guantánamo, al tiempo que abría muchos más. El actual presidente es, sin duda, desde la perspectiva que a nosotros nos importa, ya que no somos ciudadanos americanos, el peor que ha tenido desde hace muchísimas décadas, seguramente desde principios del siglo XX, aquel país.
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