Es además ya tradición que en estas fechas alguna Congregación vaticana os dirija un mensaje de felicitación, acompañado de un tema que pueda ser objeto de una reflexión común. Este año, primero de mi Pontificado, quiero ser yo mismo quien firme este mensaje y enviároslo, queridos amigos, como expresión de estima y amistad hacia todos los católicos tradicionalistas y especialmente a los obispos y sacerdotes de esa línea.
Como sabéis, cuando los cardenales me han elegido obispo de Roma y Pastor universal de la Iglesia católica, elegí el nombre de Francisco, un santo muy célebre que ha amado tan profundamente a Dios y a cada ser humano hasta el punto de ser llamado el "Hermano universal".Amó, ayudó y sirvió a los necesitados, los enfermos y los pobres; además tuvo gran cuidado por la salvaguarda de la creación.
Soy consciente de que las dimensiones de la familia y la sociedad son especialmente importantes para los católicos tradicionalistas en estos tiempos y que hay paralelos con la fe y la práctica de los demás católicos en este terreno.
Este año el tema sobre el que quisiera reflexionar con vosotros y con todos los que lean este mensaje es algo que concierne a la vez a los católicos tradicionalistas y a los demás católicos; la promoción del respeto mutuo por medio de la educación.
El tema de este año pretende subrayar la importancia de la educación en función de la manera en la que nos comprendamos los unos a los otros sobre la base del respeto mutuo. "Respeto" significa una actitud de amabilidad hacia las personas por las que tenemos consideración y estima. "Mutuo" expresa un proceso que, lejos de tener un sentido único, implica que se comparta por ambas partes.
Lo que estamos llamados a respetar en cada persona es ante todo su vida, su integridad física, su dignidad con los derechos que de ella se derivan, su reputación, su patrimonio, su identidad étnica y cultural, sus ideas y sus opociones políticas. Por ello estamos llamados a pensar, hablar y escribir de manera respetuosa del otro, no solamente en su presencia sino siempre y en todo lugar, evitando la crítica injustificada y difamatoria. A este fin la familia, la escuela, la enseñanza religiosa y todas las formas de comunicación mediática tienen un papel determinante.
Para llegar al respeto mutuo entre los católicos a secas y los católicos tradicionalistas estamos llamados a respetar la religión del otro, sus enseñanzas, sus símbolos y sus valores. Por ello se reservará un respeto particular a las cabezas del tradicionalismo católico y a sus lugares de culto. ¡Qué dolorosos son los ataques a los unos y a los otros!
Está claro que cuando mostramos respeto por el modo de practicar la religión los católicos tradicionalistas o cuando les felicitamos por su catolicismo pretendemos simplemente compartir su alegría sin que por ello se trate de menospreciar otros modos de vivir el catolicismo.
En lo que concierne a la educación de los jóvenes católicos tradicionalistas y a la de los demás jóvenes católicos, debemos animar a nuestros jóvenes a pensar y hablar de manera respetuosa de los otros modos de vivir el catolicismo y de aquellos que los practican, evitando rediculizar o denigrar sus convicciones y sus ritos.
Sabemos todos que el respeto mutuo es fundamental en toda relación humana y especialmente entre quienes profesan una creencia religiosa. Sólo así puede crecer una amistad duradera y sincera.
Recibiendo recientemente a los dicasterios de la Curia, les dije: "No se pueden vivir lazos verdaderos con Dios ignorando a los otros. Por ello es importante intensificar el diálogo entre las distintas sensibilidades católicas. Pienso sobre todo en el diálogo con los católicos tradicionalistas. Y he apreciado mucho la presencia en la misa del comienzo de mi ministerio de numerosos católicos tradicionalistas". Con estas palabras quise subrayar una vez más la gran importancia del diálogo y la cooperación entre católicos y en particular con los católicos tradicionalistas, así como la necesidad de reforzar esa cooperación.
Es con estos sentimientos como reitero la esperanza de que todos los católicos sean verdaderos promotores del respeto mutuo y de la amistad, en particular por medio de la educación.
Buena fiesta a todos.
En el Vaticano a 10 de julio de 2013.
Francisco.